Pequeño inventario

lunes, 1 de noviembre de 2010

1 de noviembre. Echando la vista atrás se da cuenta de que un año más se acaba para ella, y que por delante le queda una de sus épocas favoritas del año. Aunque cada vez lo sea menos... 

Noviembre siempre fue un mes que le gustó, aunque éste no tuviera exactamente algo concreto para recordar. Ojalá 2010 sea el año que rompa esa racha.
Espera que así sea, tiene muchas expectativas... y, en el fondo, ése es su peor error. No puede dejar de vivir lo que ocurra ahora por estar pensando en lo que quiere que ocurra mañana. Y si no cambia su manera de ver las cosas, se va a perder los más grandiosos instantes de felicidad.

El problema es que por más que busca su sitio, no logra ubicarse en esos instantes. Es toda una suerte aquellos que encuentran su espacio, su propio grupo de gente y que comparten un mismo ambiente. Ella nunca lo tuvo, y si lo tuvo, con el tiempo se acabó rompiendo. 

Ahora ve a tanta gente a su alrededor que comparte un mismo interés o una simple ilusión que se muestra algo nostálgica por ello, aunque en su interior no puede evitar alegrarse.

Porque aunque eso no estuviera hecho para ella, aunque ella no tuviera nada especial que ofrecer ni que compartir, no se rinde. No pierde la esperanza de encontrar su sitio.

Muchos son los acontecimientos que han pasado en su vida los que ya la hubieran hecho desistir, muchas son las gotas que últimamente están colmando su vaso. Vaso que aunque esté casi lleno, no evitará pensar en lo que le falta por llenarse. Y es verdad que intenta por todos los medios animarse, levantarse y volver a tropezar si hace falta. Pero duda si tendrá manos a las que agarrarse luego. Porque, hasta ahora, la han dado motivos para dudar, pero porque duda de todo menos de una cosa. Porque cada día la inunda más desconfianza, pero no puede evitar confiar ciegamente a la mínima. Porque tiene una necesidad escondida, una ilusión que quisiera tener presente, pero que día a día la distancia va matando lentamente (es lo mejor, sería un caso excepcional de incineración). Porque busca algo a lo que aferrarse, pero no sabe si ese algo se aferraría a ella. 
Porque necesita un abrazo en los momentos más insospechados, pero siempre se busca una excusa para aplazarlo. 
Pero no importa o, al menos, se autoconvence de ello. Qué más da, prefiere pensar que es ella la loca, la equivocada, la que busca consuelo sin tener por qué, la que llora sin que ocurra algo grave. Pero le sigue dando igual. No espera cambiar, simplemente porque ya no puede, es parte de ella. Pero siempre queda mejorar, intentar superarse.

Porque tiene una espinita, porque lo siente. Porque siente su incoherente comportamiento a veces. Sus gritos desesperados de auxilio aún yacen en silencio, en espera de algún que otro arranque de sinceridad. Pero mientras, intentará ser más coherente con sus actos, moderará sus gritos más insustanciales y no dirá negro cuando está pensando blanco.


Simplemente, dirá que lo siente.






Porque ayer, 32 de octubre, le hizo una promesa.






Lo siento.

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