Tranquila, pero si no me pasa nada - decía escondiendo sus lagrimosos ojos detrás de unas oscuras gafas de sol.
Pensativa y paranoica inicia un ausente viaje, que acabaría demorándose en el tiempo. Insignificantes e intempestivas lágrimas furtivas lo bañan. Y aunque no era molestia, lo que sí sentía era cierta tristeza. Decía pensar no, pero la intentaron influir con un sí. Un sí, una idea cuyas palabras la dolieron, aunque sirviera de bien poco sentirse así. Pero no podía hacer nada para remediarlo, salvo seguir callada... o gritar lo que sentía. Y fue ahí cuando una frustración más comenzaba a pisar a la anterior.
Pero no importaba su sentir, ella siempre acaba echándose la culpa, poniendo todo del revés. Así que todo volverá a un aquí no ha pasado nada. Porque, en el fondo, era así.
Total, había llegado a su destino. Allí estaba sentada de nuevo, siempre en estado de espera. Y se tragó las lágrimas lo mejor que pudo. Tenía que hacerlo.
Porque de qué sirve esperar, siempre es mejor decir un adiós.
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