Cuéntale

sábado, 27 de agosto de 2011

-Y tú, ¿qué opinas de él?

-Quizás si confieso que es la persona que me levantó de todas mis caídas, me deje en el tintero todo aquello que por mí fue capaz de hacer. Y, posiblemente, desde que el mundo era mundo para ambos. También, es probable que no llegues a imaginar una entrega como la que él siempre estuvo dispuesto a dar. Pero si añado que es la única persona por quien estaría dispuesta a dar la vida, seguramente así puedas hacerte una ínfima idea de todo lo que opino de él.


Sentimientos encontrados

martes, 23 de agosto de 2011

Envidia, celos, ansiedad, pasión... Nunca comprendí muy bien en qué consistían todos ellos. Ni siquiera si comprenderlos iba a tener sentido. Acaso quién sabe distinguir entre es esa hipócrita envidia sana de la que tanto presumen algunos o si de esos infundados celos que rozan lo extenuado.

Confesar siempre fue de valientes; envidiar, de mediocres. Confesar una envidia... de un valiente mediocre.
Lo acepto. Hoy, lo seré. Aunque tú vas a ser un juez más que significativo. Confieso que por tener envidia de ese alma libre hoy me encuentro aquí parada. Envidio el niño que escondes, cuyas alas aún no quebraron del todo. También, de quien huye sin miedo hacia la esperanza, de quien no es capaz de robar otra cosa que no sea un beso. De quien desprende temple y constancia. De quién no se pierde en su vagos recuerdos, de aquel que mira hacia adelante esbozando una tierna sonrisa. De ellos, los que decidieron emprender un camino. Los que no tuvieron miedo de amarse. Quiero ser juzgada por aquellos que son capaces de enamorarse a diario… pero siempre de la misma persona.  A los que con una mirada ya lo dicen todo, aunque nada esperan más que volver a perderse en esa mirada, al menos, para siempre. Y, por qué no, a las caricias, al silencio y a los fríos invernales, a todos los que te hicieron acercar a mí.

Sí. Porque tengo envidia de ti. De mí. Envidia de nosotros.

Y si ni yo misma he sabido hasta ahora qué significa envidiar, hagamos un trato. Porque, si me lo propones, siempre podemos cambiar la envidia por la suerte.

Mas hablar de celos es otra historia. Si extraño tu presencia, siento celos de tus manos, que no tomaran las mías. También de tu sombra, por ser tu fiel compañera. Incluso de las estrellas, quienes velarán tu sueño mientras me encuentre ausente. Sentimientos encontrados no siempre son compartidos, aunque sí que sean apasionados. Celos infundados, confesados y, desde hoy, aquí enterrados.

Pero ya no importa, no soy lo suficientemente para albergar en mí un sentimiento como la envidia o una enfermedad como los celos. Me matarían lentamente. Aunque otras sensaciones ya lo estén haciendo.

Detalles

martes, 16 de agosto de 2011

Son detalles. Irrelevantes en apariencia, insignificantes para los ojos de cualquiera. Pequeños, pero cargados de esencia. Son todos aquellos gestos, como ese estremecimiento tal característico en mí, los que más echo de menos cuando no estás. Es curioso, pienso. Y todo ello retumba en mi cabeza, recordando a un eco que no para de reverberar.

Y son esos fragmentos, esos detalles, los que más apenan, los que más fuerza tienen para arrastrar las lágrimas cuando no estás. Los que más gritan que vuelvas a mi lado, que no te vayas más, que no me vaya yo.

Son detalles.

Me haces reír con dos palabras. Me quedo embobada cuando sonríes, pero es secreto, y lo disimulo de escándalo. Me gusta cuando me asustas, porque me siento como una niña, esa que siempre espera un abrazo después. Ese pelo rebelde que se te queda cuando te despeinas, también me gusta. Cocinas bien, y envidio que siempre tengas hambre. Es una suerte, así nunca nos sobrará comida. Me calmas con una mirada. Me encanta colarme en tu cabeza y que tú te cueles en la mía. Entiendes mis cosas raras. Sabes que a veces me gusta llevarte un poco la contraria. Aunque también me pico, pero en el fondo soy buena y te dejo ganar cuando quieras en el ISS Pro. Admiro tu capacidad de afrontar la vida, tu paciencia y la serenidad que intento adquirir. Y, a veces, cuando te miro, me sigo sorprendiendo de qué han podido ver esos inquietantes ojos a través de los míos.

Son detalles. Y todos ellos, perfectos en su imperfección, son nuestros.

Estos meses, teniéndote cerca y a la vez tan lejos, con cada pequeña cosa cotidiana, uno de esos detalles venía a mí en forma de recuerdo, y me hacía extrañar tu presencia mientras el profundo y oculto sentimiento gritaba que vinieras a mi lado.


Sé que todo esto son detalles. Y también sé que me repito, que aunque escriba millones de textos, nunca expresaré todo en su totalidad. Que anteriormente no me había encontrado en tal punto en mi vida, imaginando un futuro cierto con una persona a mi lado. Que nunca había querido tanto a una persona…


Y sí, hemos estado lejos, y todos esos detalles son los que peor sobrellevo… pero, ¿sabes qué? También son los que lo hacen todo mucho más bonito. Más llevadero, aunque suene paradójico.


Sólo me queda esperar una cosa. Tener toda una vida para aprender de memoria todos y cada uno de tus detalles. Y recordarlos, juntos.

Una majadería de tantas

lunes, 15 de agosto de 2011

Llevo días con ganas de escribir, deseando encontrar el momento para ponerme a ello y dejar volar las palabras. Pero últimamente me pregunto que para qué, que a quién le importaría. Y no me molesta. No me molesta que me lean tres personas, porque realmente vale la pena escribir lo más bello del mundo solamente para ellos.

Me molesta sentirme inferior por expresarme como honestamente quiero, puedo y sé. Quiero críticas, saber qué hago bien y qué hago mal para así crecer, no majaderías.

¿Afán de notoriedad? ¿Simple forma de ser? ¿Envidia? No será de lo extraordinariamente bien que escribo, o de mi maravilloso físico (nótese la manifiesta ironía en el contexto).

Sé que no es cuestión de darle mayor importancia de la que tiene, que peor para mí si sigo el juego o que no debo responder a tales memeces. ¿Y dejar que me menosprecien, una vez más? ¿Seguir sintiéndome inferior, y a los hechos me remito?

Pero aunque todo ello me duela interiormente, aunque acabe olvidando lo que un día me molestó, lo cierto es que estoy cansada. Cansada de verme como una porquería, simplemente porque en cualquier etapa de mi vida alguien lo quiso así. Otras, simplemente soy yo. La que se desprecia, la que se exige, la que nunca puede fallar. Ésa, sí. Esa soy yo.

Imaginaba que una decepción tras otra me ayudaría a ser más fuerte de lo que aún soy, que me dejaría escarmentada para empezar a confiar sólo en quien realmente supiera ganarse mi confianza. Pero veo que aún me sigue afectando todo lo que me ocurra. Son cicatrices que siguen a flor de piel. Huellas que al roce más tenue duelen inevitablemente.

Susceptible. Quizá a la mínima salto, a veces incluso me lanzo a la yugular de alguien. Acto que se traduce en el posterior arrepentimiento de mi persona. Pero todo es fruto de un simple cansancio. Cansancio de no ser nadie ni para mí misma.

Quizás con el tiempo adquiera algo más de serenidad. Quizás... alguien se encargue de transmitírmela. Y es que algunos necesitamos una palabra para ser felices, para olvidar esas insignificantes majaderías. Una sonrisa que nos lleve a ese lugar que anhelamos, esos brazos en los que nos sentirnos seguros.

Esos que sé que tengo y que sé que extraño, que admiro de lejos, que hoy echo de menos.



Porque quiero agradecer a dos personas que sigan estando ahí pese a todo, las que hacen que los días valgan la pena vivirlos.



Y si alguien se ve aludido en mis palabras... que pare la música.


Quizás no valgo

lunes, 8 de agosto de 2011

No es la primera vez que pienso que mi carácter es bastante singular. Ni tampoco es la primera vez en la que no sé distinguir dónde está bien ni dónde está el mal. Llega un momento en el que mi existencia se limita, mi pensamiento se eleva y cada palabra es tan intensa como si pudiera ser la última. Siento debilidad cuando no tengo lo que necesito. Pero no caigo, y si lo hago, no lo mostraré. Porque sé que luego volveré a subir, a tocar el cielo.

Necesito continuamente cariño, amor, atención... o sólo una simple palabra; quizás para olvidar por un instante lo poco que me puedo querer a mí misma.

Voy con pies de plomo en todo lo que hago, seguramente por el perfeccionismo que reina en mí.
Siempre me parece poco el 100%. Soy una persona de extremos. Te lo puedo dar todo, pocas veces pido nada. Porque, aunque lo necesite, ¿qué derecho tengo para pedir algo a alguien? Soy contradictoria.

Eso me ha hecho sufrir durante toda mi vida. Eso me ha hecho agradecer tanto el que alguien me brinde un simple gesto desinteresado, una muestra de cariño o la más maravillosa declaración de amor.

Pero, ¿cómo corresponder? Si yo misma soy un completo caos, como bien he descrito. Quizás no debería entregarme de esa manera, esas personas siempre lo viven todo más intensamente, como el sufrimiento. Quizás tampoco es bueno ser tan interiormente pasional, porque no expresarlo... destruye poco a poco. Y vuelvo a sentirme impotente, siendo un círculo vicioso del que nunca se ve el fin.

No tengo arreglo. Es mi conclusión después de tanto pensar. Quizás el tiempo me traiga paz, o el que me confirme que nunca se me dieron bien estas cosas.

Pero mi ilusión es que este sueño sea eterno. Como ver avanzar una maravillosa vida en común, con todos esos frutos que ella traerá consigo

Mi pobre corazón oxidado

sábado, 6 de agosto de 2011

Quiero contarte que estoy aquí. Recordarte que nunca me iré, que por mucho que caiga, serás tú por quien logre levantarme. 

Quiero recitarte los más maravillosos versos que de mis labios pudieran salir, escribirlos en el aire y admirarlos. Que todos vean cómo es de fuerte este sentimiento.

Quiero vivir cada día contigo, conocer hasta el más mínimo detalle de tu ser y hacerlo poco a poco mío. Ser partícipe de tus alegrías, logros y proezas, y acompañarte en tus fallos, derrotas y tristezas. Porque cuando caigas, yo también seré tus alas. No sé si te ayudaré a volar, pero al menos siempre contarás con mis manos, para agarrarlas y caminar hacia adelante, sin mirar atrás.

Quiero despertarme cada día con una sonrisa, y verme reflejada en la tuya. Quiero recogerme en tus brazos, el hogar donde me siento tranquila, el sitio donde encuentro la paz. 

Porque son extrañas mis noches cuando no estás en ellas, y te echo de menos, siempre con una eterna esperanza de que entiendas lo que escribo. 

A un corazón tan sensible como el mío, le resulta imposible no acobardarse por sus innumerables miedos y derrotas. Pero por primera vez, siento que tú has sido su mayor acierto.

Y no quiero despertar de este sueño. Porque si lo fuera, no quiero saber que este sueño ha sido simplemente eso, una ilusión, sino que ha sido y será un deseo totalmente verdadero.

By WO Designs. Con la tecnología de Blogger.