Cerrar una etapa no solo ha supuesto una evidente liberación. Ahora me brotan los sentimientos más inevitables. Me desquité de parches inútiles. De tocar a tu puerta con demasiada moderación. De las malas noches adheridas al lenguaje científico. De los buenos días prefabricados y sus emails programados, los mismos evitaban el sonrojo de dirigirme a ti de madrugada. A medida que se desencadena cada mínimo paso, todo se hace más real.
Se acaban cinco años y dos meses en un solo día. Otra vez un 26.
Se acaba un año convulso, irreal e irremediablemente sincero. Sobre todo en su final. Bendito trimestre.
Se acaba una casa y se empieza un hogar. Demasiados titulares que abordar.
Sé que se acerca un fin de ciclo cuando me da por mirar lo que hacía hace años por estas fechas. Ayer abrí el mismo bloc de notas que luego acabaría desembocando en una tesis. También revisé fotos antiguas sin razón aparente. A veces comprobaba lo que transmitía la mirada en ese instante. Otras me buscaba en momentos en los que fui más despreocupada, más cohibida. En los que no me gustaba reír ante una cámara, hasta que poco a poco iba aprendiendo a enseñar mis mejores dientes. A que tampoco pasaba nada. Quién sabe si era más feliz. Más ingenua. O todo a la vez.
Hoy son las palabras más sencillas las que se acumulan a borbotones. Como quien da un refresco... agitado. ¿Será real lo que decías? Empiezo a pensar que son las palabras las que verdaderamente acaban más impregnadas de sensaciones. El poder del arte quizás siempre nos acaba salvando. Hay personas con las que nunca dejas de emocionarte.
Joder, otra vez he vuelto a llorar con canciones. Hasta con un email de los de siempre, pero con palabras que no asocié hacia mí. Con discursos no sometidos a control. Incluso he llorado con imágenes fugaces de recuerdos que no me pertenecen. Posibles síntomas de aprecio. Inevitables vínculos. Manos apretadas. Yo no entiendo de distancias, solo de que me cuentes cómo te sientes.
Y vuelve a invadirme la sensación de irrealidad constante. Me metieron en la puta cabeza el qué pintaba yo aquí. En forma de una insidiosa máscara, como más se adentra. Como si la mariposa hubiera desviado su trayectoria real por culpa de mis cuernos. Que no era yo, que qué hago aquí. La impostora no debería sentirse así de feliz. Como si acaso el azar se sometiera a control. ¿Quién eres tú? Joder, con lo que me gusta esa canción y me la estás destrozando con tu mantra. Con una caricatura de ti mismo.
Quizás solo necesite vomitar el fantasma, temiendo que siga siendo real fuera de mi cabeza.
Mañana será otro día.
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