Si hubiera una palabra para describir al 2010, sería sorprendente. Se me hace imposible abarcar y resumir todos los intensos momentos vividos en tan sólo un año... pero dicen que lo mejor siempre es comenzar por el principio.
Tal día como hoy hace un año, pedí tres deseos, los que consideré más importantes en aquel momento. El primero, poder continuar lo que dejé pendiente con una persona antes de Navidad. El segundo, no separarme nunca de una de las personas más importantes hasta entonces. Y el tercero y último, conseguir sacarle partido a lo que estaba estudiando.
Para empezar, este año, como pocos comprenderán, no pediré ningún deseo. No porque los anteriores poco a poco se fueran yendo al traste, sino porque ahora mismo no necesito más. Necesito todo lo que ya tengo.
Pero para haber llegado hasta aquí, he tenido antes que subir 365 escalones. A veces a duras penas, otras con buen ritmo, y muchas otras tropezándome una y otra vez con un mismo escalón.
Porque todo comenzaría con el frío. Cuando creí que podía encontrar calor, me vi sola en mitad de la fría y lluviosa ciudad. Me vi inmersa en un laberinto de sentimientos y emociones frustrados, tirando por la borda meses en los que descuidé lo que no debía. Y así pasaron tres meses…
Y después de un invierno malo, la primavera no podía ser menos. Me refugié en los brazos de quien intentaba curar las heridas de un corazón roto, ignorando que tiempo después volvería a resquebrajarse doblemente gracias a él. Me eché una primavera más a la espalda sin pena ni gloria, ya que del mes de mayo de este año no destaco precisamente mi nacimiento… sino que un primero de mayo marcaría el pasar de los días de 2010. Y llegaría el verano… marcado por los descubrimientos y los afianzamientos. A principios del mismo, decidí poner punto y final a una situación insostenible, ya que, a mi humilde entender, una amistad no se puede alimentar de mentiras. Y esa fuerza que tuve para hacerlo se la debo a alguien muy importante, cuyo año, desgraciadamente, tampoco ha sido un camino de rosas. Pero, por muchas cosas que nos pasen a ambas, nunca olvidaremos el verano del año 2010… Fue el verano del afianzamiento de nuestra amistad, de emprender nuevos proyectos y de unirnos a quienes luego darían bastante de que hablar… Un camino de Santiago, unas calurosas mañanas balanceando, un Sábado para la historia, una sonada apuesta… y un sinfín de momentos para no olvidar. Mientras yo… luchaba por aparentar una felicidad inexistente, ya que día a día anhelaba un espejismo, algo que pasó y que no volvería a ocurrir. A una persona que fue importante, pero que con cada palabra ya me dañaba.
Y así pasaban los meses, cuatro meses y medio para ser más exactos. Se fue otro verano más, y llegaría Septiembre. El mes del cambio, como así lo quise denominar. Y, proponiéndomelo, así fue. Creo que fue el mes que mejor escribí de toda mi vida, supongo que porque creí que ya no me quedaba nada más. Pero estaba muy equivocada… porque debo dar las gracias a quien estuvo ahí en ese momento. El 25 de Septiembre marcaría ese antes y después que tanto estaba esperando. El mejor concierto de mi vida, con las dos personas que más quiero de ella.
Y ese antes y después, lo completaría Granada… Una nueva carrera, pero las mismas inseguridades de siempre en una misma ciudad. Con la diferencia de que ni en mi propia casa, por un motivo u otro, me sentía cómoda… aunque luego en Granada también me empezaba a sentir bastante sola. Mi ubicación era una silla encerrada en cuatro paredes, y mi mayor distracción era un portátil. A veces me preguntaba qué había sido de aquella loca que se apuntaba a cualquier plan, por muy aburrido que fuera. Sin embargo, en esos momentos, lo único que me arrancaba una sonrisa estaba a través de una pantalla.
Pero, por muy sola que creía que este año iba a estar allí, en mis cuatro paredes, no me ha faltado ese apoyo que, sin decirlo, siempre he necesitado cerca. Y gracias a él, tengo miles de momentos que recordar de este invierno, miles de risas y miles… ¡de canciones! Y espero que en este año que comienza también sea así.
1, 2, 7, 12, 14, 25, 28, 31… hay mucho escondido tras estos días del año. Más de lo que podría verse a simple vista.
Porque ha sido un año… que me deja igual que empezó, con muchas sorpresas. Se está despidiendo con una Navidad diferente, con una cena que no olvidaré y con unos entrañables regalos que no han dejado indiferente a nadie. Siendo algunos demasiado importantes como para poder ser capaz de hablar de ellos como si tal cosa.
Y aquí me encuentro, a 31 de diciembre del 2010, a cinco horas de empezar 2011. A cinco horas para esas últimas doce campanadas de 2010. Y es que así se ha ido 2010, y así ha sido como ninguno de los deseos de aquella ya lejana Nochevieja de 2009 se ha llegado a cumplir.
Pero justo un año después, recuerdo como hace años atrás me dijeron que se puede querer a alguien desde siempre y sin saberlo, hasta que llega ese día en el que abres los ojos. En ese entonces no lo entendí, ahora sé muy bien lo que querían decirme.
Aunque, sinceramente, no sé qué pasará este año. Ni siquiera sé qué pasará esta noche. Sólo pienso en seguir adelante y quedarme con todo lo bueno que me ha traído 2010, que ha sido poco pero inolvidable. Quiero seguir luchando por mis ilusiones, seguir arrancando una sonrisa a los que más quiero y conseguir que se hagan realidad muchos sueños compartidos. Y que en estos 365 días, el miedo no me impida sentirme tan feliz como me siento en este instante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario