Aunque hoy sea 28 de diciembre, no quisiera que se me tomara a risa. Porque no sabía dónde desahogarme, así que elegí un sitio íntimo donde hacerlo.
Me siento demasiado y sorprendentemente extraña. Una parte de mí se siente estúpida. No sólo por haberme comportado así, sino por haberme ilusionado con mi propia mentira. Puede sonar raro, pero algo por dentro se agarraba a que todo lo que pasaba era cierto, a que todo lo leído era algo sentido. Pero luego volví a la realidad, y fue como un jarro de agua fría. Y lo que más me dolió es que no sólo lo fuera para mí. Fue ese momento de frustración, en el cual no sabía qué hacer, el que me derrumbó. Junto a unas palabras que retumbaban en mi cabeza durante una interminable noche... Y junto a una respuesta en el aire.
No es que me haya creído mi propia mentira, sino que ésto sólo ha sido la gota que faltaba para ver el vaso lleno. No siento nada más allá de lo ya sentido, pero ni siquiera sé qué estoy haciendo.
Y no podía aguantarme a hablar otro día, así que lo hago hoy pese a que haya gente que no lo crea.
No importa. Ahora es a mí a la que no le gusta hacer bromas. Y no sé por qué.
1 comentario:
Las bromas nunca fueron plato de buen gusto, por eso he aprendido a no gastar bromas, siempre hablar en serio.
Luego pasa lo que pasa...
Tal vez no fuera broma, sino que la vergüenza de decir la verdad era superior, y por eso se camufló todo en un simple: Era una broma.
Como hacen los niños pequeños cuando han hecho o dicho algo de lo que luego se han sentido avergonzados.
Es... extraño, porque hay cosas con las cuales no se deben jugar, y es con lo que más fácilmente bromeamos.
Al final, el propio payaso no sabe si está en el circo o entre el público.
Mola el texto :)
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