A veces no es posible explicar ciertas circunstancias o ciertos sentimientos a través de la razón. ¿Cómo explicar que, por mucho que trate de ser 'perfecta', me siento una verdadera inútil? ¿Qué hacer para pensar con frialdad? ¿Qué hacer para que lo insignificante no duela?
Me desarmo, tropiezo hasta caerme y no levanto hasta nuevo aviso. Y todo por nada. Por disimular lo evidente, por negar lo innegable.
Qué hacer, si de todas formas lo mío es irracional. Aún debilitándome sigo fabricando fantasmas de todo aquello que no entiendo, de todo silencio compartido, de toda persona indolente, de todo hecho inesperado.
Con esa actitud, tibia e impasible, no se llega muy lejos. Aunque no sepa qué decir, ni qué hacer, siempre intentaré hacer el menor daño posible, sobre todo a aquel que muestre interés por saber de mí. A veces, es mejor dejarme ausente para así no preocupar a nadie, no se llevará una decepción de mi parte.
Cuando logro levantarme, es cuando consigo pensar con algo de frialdad... esa misma que hubiera necesitado previamente para no hacer ningún daño. Ahí es cuando veo que sigo siendo la misma reina de los idiotas de siempre. La que luego pide perdón sin importar otra cosa, con el riesgo de que pudiera ser ya tarde. La que siempre hace una misma y deseada pregunta y no se cansa de oír una misma y deseada respuesta. Por miedo, por inseguridad, por necesidad…
Porque todo se reduce a un único todo, algo que se fortalece y se acelera sin yo planearlo. Una sensación de plenitud inmensa y a la vez tan breve. Quisiera, por ello, intentar cambiar todo lo anterior, porque todos esos pensamientos contrastan con esos instantes de felicidad… Y parece paradójico tocar el cielo tras haber descendido a los infiernos. Es una lástima que esos instantes sean tan efímeros, aunque es sorprendente que su recuerdo se mantenga eterno.
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