Hoy

martes, 8 de febrero de 2011



Hoy, no supe qué hacer para dejar de llorar. Y en realidad no me siento triste, aunque tampoco radiante de felicidad. Sentí que toda mi inseguridad, mi duda y mi miedo seguían ahí. Era una sensación extraña, pero simplemente pensando en todos los contras que ahora mismo tiene mi vida, sumado a una serie de cinematográficas desdichas, mi ánimo se desmorona. Aunque sin buscar consuelo… por miedo a encontrarlo. 

Hoy, es día 7. Un día simbólico, pero poco más. Como tantos otros hasta ahora, pero sin nada claro que recordar. Hace un año me encontraba pidiendo que ojalá llegara pronto un sábado, 20 de febrero, en el que por fin sería libre… sin saber que entonces me esperaría una bonita e interminable condena. Fue ese año cuando aprendí que había que tener cuidado con aquello que se desea, algo en lo que nunca me había parado a pensar. Siempre deseé lo que no tuve, sufrí por aquellos que, con el tiempo, me demostraron no valer la pena, anhelé que llegaran días y más que lograran sacarme de mi rutina... y unos cuantos hechos más que luego quedaron en nada. Y nunca me preocupé por ello.

Hoy, es entonces cuando me doy cuenta de que nos pasamos la vida esperando que sucedan cosas, que lleguen días, que nos ocurran milagros. Sin darnos cuenta de que poco a poco, esa espera nos arrebata el tiempo que tenemos. Ahora mismo, mi tiempo se resume en contemplar un bello atardecer, pero la espera inminente es la de volver a mi guarida.

Hoy, me estoy agobiando sin necesidad, como he estado demostrando ahí arriba. Si realmente fuera capaz de llevar las riendas de mi vida… quisiera ser tan fuerte como en realidad aparento, pero casi nunca es así, y he aquí el resultado.

Hoy, a las 18:56, lo mejor será escapar. Mientras, en mi cabeza retumba no sé qué hacer con mi vida.


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