Resquebrajándose

jueves, 10 de febrero de 2011

El mundo no se acabará mientras yo no quiera que se acabe. Necesito aferrarme a un clavo ardiendo con tal de ver la luz, con tal de ver una salida en este callejón del que a veces no puedo escapar.
Quiero no sentir ese intenso dolor cada vez que parpadeo, mientras unas furtivas lágrimas aún luchan por derramarse. Ni tampoco sentir esa decepción agarrándome el pecho.
Echo en falta dormir una noche sin preocuparme de que mañana me esperará un día peor que hoy. Para cualquiera sólo serán palabras, pero necesito oír un aquí estaré que suene obvio. Un confío en ti que no suene a decepción. Y un te quiero que logre asustarme. Lo necesito. Tanto o más como el que estés aquí en este instante.




Porque los muros de esta casa se resquebrajan poco a poco, con la más mínima grieta, aunque su fachada se distinga perfecta e intacta. Algo que no evita que en su interior se vuelva insegura e inestable... 
Porque por muy perfeccionista que llegue a ser, no hay nada totalmente perfecto, y menos si hablamos de mí. Tengo más miedos que huesos puedan haber en mi cuerpo, y muchas decepciones en mi camino que quisiera evitar. Y no a mí misma, sino a aquellos poquitos que rondan a mi alrededor. Por ellos, lo siento; lo siento si alguna vez no fue así. Porque ahora sé lo que se siente al no estar sola, y no quisiera volver a perder la batalla.

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