Es igual

miércoles, 13 de octubre de 2010



Había cambiado el escenario desde la última vez que se puso a reflexionar, casualmente en otro día lluvioso como hoy, pero siendo éste más mágico que ninguno. Esta vez era distinto, pero a la vez no había cambiado nada. Al menos en ella.

Hacía tiempo que esa nueva etapa que se obligó a iniciar había comenzado, esperando sentirse mejor parada. Ahora no lloraba tanto cada noche, sólo lo hacía en noches como hoy. Ahora, se encontraba en un lugar más íntimo, en el que sólo ella podía encontrarse a sí misma. Aquel que le traía tantos y tantos recuerdos. Directa o indirectamente, gracias a aquellas paredes había pasado los mejores y los peores momentos de su vida.

Para relajarse y calmar ese cúmulo de sensaciones, le relajaba posarse horas y horas frente a su pequeña gran ventana, donde de noche podía divisar un impresionante e inmenso paisaje digno de su Granada, acompañado de un horizonte lleno de luces. Desde la más pequeña, la más lejana, a la más cercana. Daba lo mismo, ella se entretenía igualmente en verlas. Sentía así tener algo de control sobre lo desconocido, teniéndolo todo tan a su alcance. Pero sólo era un espejismo, una ilusión; un consuelo para tener algo de lo que preocuparse, ya que ni ella tenía control sobre sí misma. O, simplemente, para tener algo.


¿Por qué? ¿Qué se supone que estaba haciendo con su vida?


Volviendo a la realidad, no quiere que nadie vuelva a romper ese caparazón que tuvo tantos años y que un buen día, gracias a un sentimiento, por aquel entonces llamado amistad, se rompió y le abrió al mundo. Había sido feliz, pero también había conocido al señor Falso Amor, y a las señoras Hipocresía y Mentira, acompañadas de su hijo Sufrimiento. Así pues, la balanza se inclinaba a favor de su caparazón. Iba ganando el no querer querer al dejarse llevar. Iba ganando la razón a su supuesta insensatez de complicarlo todo inconscientemente. Al fin y al cabo, a la hora de la verdad, las circunstancias le habían enseñado que sólo ella y sus pensamientos acababan siempre juntos. Eran los que nunca la habían abandonado en el camino.

(…)

A lo largo de esa panorámica nocturna de la ciudad, muchas luces se encendían, otras parpadeaban... pero muchas otras se apagaban. Como una estrella errante que, sin vida, deja de brillar. Nació para eso, pero ya ni siquiera sabe cómo alumbrar. Tal vez por eso nunca llegó a ser una verdadera estrella, por mucho que así la pudieran denominar.

Sería preocupante limitarse a ver el mundo tras el cristal, a ver su querida y fría ciudad sin adentrarse en ella. Pero desde hace una temporada estaba siendo así. Pocas cosan la distraían o la sacaban de su rutina de pensamientos, apuntes, trabajos y deseos de futuro. Y una de las cosas que lo hacían, no quería que lo hiciese. Paradoja, sí. Porque ahí estaba: su pobre y maltrecho caparazón volvía a hacer acto de presencia. Se quejaba de las muchas puñaladas que lleva ya a su espalda, aunque sea aún mucho sufrimiento el que le seguirá acompañando. Y aunque así fuera, ella no lo escuchaba. En el fondo, no quería sentirse sola. Pero así se sentía. Por encima de todo, lo que quiere es tener a ese alguien de quien muchos han disfrutado en alguna ocasión, todo eso antes de que la campana dé la señal de su vigésima primavera en este mundo.
Podría estar rodeada de gente, sentada escribiendo frente a su ordenador o posada junto a su ventana, que realmente estaba y se sentía sola. Eso no iba a cambiar.
Sentirse querida es algo que ya ve tan lejano… al igual que lo ve lejano si echa la vista atrás. Aunque ese querer en realidad fuera falso, los recuerdos están ahí. Ahora sólo quedan heridas o ya cicatrices de él, pero ni siquiera se atreve a que nadie la ayude a cerrarlas. Podría ser miedo… miedo a volver a empezar el círculo.

Es un círculo vicioso que no para de girar. Es algo que no entenderían todos. Pero así es la vida.

(…)

En un descuido, dejó de pensar. Se percató de su reflejo en el cristal. Miró. Pero no sabría describirse sin buscar un calificativo negativo previamente... ¿Y el por qué de esa desconfianza en sí misma? Posiblemente actualmente no se sentía reflejada en ninguna otra persona más. O porque la confianza ya depositada acababa intocable o se la devolvían con intereses al 150%. 
Para eso mejor no dar. Maldito caparazón, vuelve a las andadas…
O malditas ella y esa estúpida sensación de no sentirse confiable para el resto.
Y es por eso que tiende a sentir que la única persona que podía comprender todo lo que le pasaba y estaba pasando sólo podía ser ella misma. Y quién podía hacer algo para cambiar, era también ella.
En su cabeza retumbaban sus palabras dichas días antes… De un día para otro todo puede cambiar. Pero a la vez nada. 


Y volvió a pensar, anteriormente dejó una pregunta pendiente. Lo políticamente correcto, respondería ella. ¿Lo que había que hacer es igual a lo que quería hacer?


…Es igual. Nadie podría entenderla.



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