Un año más

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Una vez pensé que las palabras serían suficientes para describir todo aquello que quisiera expresar. En un día como este, me he dado cuenta de que no es así. Hoy, por mucho que quisiera contarte, me faltan letras para formar palabras, y me sobran versos para decir qué siento.

Ha sido un camino duro, muy duro. Aún pienso en cómo he llegado hasta aquí... en cómo lo hemos conseguido. No olvido, aunque quisiera, las veces que nos hemos confesado todo lo inconfesable. Las veces que he llorado por aquellas que hemos reído. A lo largo de estos años, hemos vivido más de lo que cualquier persona creería. Y, para bien o para mal, siempre fui firme en mi decisión. Nunca he querido dejarte atrás, y, bajo esa premisa, confía en que nunca querré hacerlo.

A nuestro alrededor todo ha cambiado y ha girado demasiado rápido, con demasiadas idas para tan pocas venidas. Sin embargo, has estado ahí las veces que más bajo he podido caer, sin importarte nada más que el conseguir arrancarme una sonrisa. Que me olvidara de todas esas sombras, que me concienciara de que tú estabas ahí, aunque a veces fueras el único. Poco tardaría en darme cuenta de que ya no necesitaría nada más, que tus alas serían las únicas en resguardarme del frío, en elevarme de nuevo a los cielos.

Te pido perdón por si alguna vez te sentiste dañado o desprotegido y no hiciera nada por remediarlo. Ojalá no te haya ocurrido, siempre quise hacer todo lo que estuvo en mi mano por estar ahí, por alejarte de esos pesares que un día nos invadieron... y sin que sepamos aún el por qué.


Prométeme que no me dejarás como siempre hicieron, que siempre podré resguardarme en tu calor. Que me seguirás rompiendo los esquemas. Que la mitad de tu vida la podré embellecer junto a la mía. Que al despertar podrás regalarme una de tus sonrisas; sólo me conformo con la que me gusta tanto de ti. Que cada mañana te encontraré al otro lado de la cama, buscando mi mano para agarrarla durante esos cinco minutos en los que pararíamos el tiempo con el despertador. Que no me regalarás tu silencio por fácil que te resulte, por imposible que ahora te parezca. Que nunca te despedirás con un adiós, ni con un hasta pronto... que ni siquiera te despedirás.

Quizás no sepa describir con palabras lo que en mi interior siento. Que todo ello se queda en nada cuando eres el único capaz de arrancarme una sonrisa, por muy escondida que a veces la tenga. Porque te daré las gracias las mismas veces que tú te dediques a sorprenderme. Y así toda una vida.

Porque eres tú... y nadie mejor que tú para serlo. Y es que eres mi alegría, mi llanto. El fuego, la fuerza, la felicidad en el rostro y el reflejo de mi sonrisa. Eres como esa lluvia intensa que cala hasta dentro... hasta el alma.
Y a mí me has calado.

Como me caló aquella noche del 28. Como aquel noviembre. Como la página más emotiva del libro jamás escrito, o la más triste del que una vez leíste. Como los pasos que dimos hasta hallar a quien nos rompió el corazón. Como aquellos otros pasos que desandamos para llegar hasta aquí. Como los días que tiene el primer mes que conociste. Como el resto de los que somos capaces de contar en cada uno de nuestros meses. Como las veces que has sido feliz, o como el número de inocentes a los que condenaron en vano.
Veintiocho. Un número pequeño entre la infinitud. O quizás el más grande con el que hayamos soñado nunca. Simplemente, un dos y un ocho sólo forman una cifra que no significan nada. Pero esconderá todo aquello que nosotros queramos que simbolice. Tan sólo quiero expresar con él que, aunque pasen cientos de meses, incluso miles de lustros, lo relevante, lo que realmente importa, va más allá de cualquier número. Supera lo malo y vive lo bueno, llegando hasta el final. Alcanza mis miedos, bañándolos de esperanza. Tiñe los días de dicha, sobreviviéndolos a mí misma y al pasado que hoy, escribiendo esto, ya me delata.

Lo que realmente importa somos tú y yo, ni más, ni menos.
Y es que el número veintiocho, que tantas, tantísimas cosas puede representar, hoy quiero que sea nuestro. Un comienzo, un año que sólo será el principio de muchos otros números que componen y compondrán una vida.

Porque eres la luz en mi horizonte. Yo, que soy una paranoica, una inquieta e insegura, una escritora sin pluma que a veces se contradice, que te desquicia algunas veces. No soy más que una ingenua, una soñadora con demasiado romanticismo en su cabeza. Tu fantasía más creíble.

Pero, sobre todo, soy una eterna enamorada de tu sonrisa. Porque sí, tú y yo seremos cualquier cosa… pero juntos lo somos todo. Lo que es ciertamente relevante es lo que simbolizan estas líneas, lo que se siente en el interior. Porque allí donde quieras, donde imagines estar, allí estarás, allí estaremos. Y todo es tan cierto ahora como cuando ha sido escrito. Ése es el verdadero significado de todo esto. Porque lo somos nosotros.




Te quiero.

2 comentarios:

Luis J. del Castillo dijo...

No hay mejores palabras que lo resuman todo que las dos últimas que usaste.

Te quiero.

Abigail LT dijo...

Podría tirarme las horas del 28 aplaudiendo este maravilloso texto, esta cautivadora historia.

Precioso.

Felicidades!!!!

ahora sólo queda seguir cuidando ese amor tan grande.

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