Noviembre. Tal y como ella deseaba durante semanas, se apresuró a arrancar del calendario la última hoja, con un 31 escrita y de un octubre que ya es historia. Abrió la ventana y comprobó que la noche ya había dado paso al amanecer, aunque aún no hubiera rastro de ningún rayo de sol. Asomando su cabeza, solamente fue capaz de mirar al cielo y respirar ese aire cortante, una sensación tan fría como si cientos de copos de nieve le hubieran brindado compañía. Aunque, en realidad, finas gotas de agua eran las que comenzaban a caer. Arrancó un pequeño trozo de papel de su libreta favorita y escribió toda sensación que ese instante le había evocado.
Al volver a la realidad, miró su reloj, ese que siempre adelantaba para evitar llegar tarde a cualquier sitio. Pese a eso, y como cada mañana, se le estaba haciendo tarde. Quiso darse prisa para intentar llegar puntual a su primera clase, y no reparó en si se ponía tal o cual jersey o si dejaba el eye-liner para otra ocasión. Cogió su bolso y se marchó hacia su parada de autobús, la más cercana que conocía. No fue una buena idea dejar el paraguas en casa, el agua le calaba la piel hasta el punto de tiritar. Al subirse en el bus, fue a refugiarse en su inseparable compañero de viaje. Desafortunadamente, su mp4 la había abandonado cuando más la necesitaba. Decidió entonces entretenerse dejando huellas en el cristal, gracias a la humedad que la lluvia estaba dejando a su paso. El día de hoy era importante, aunque nadie supiera por qué. Para ella, por fin noviembre tendría algo para ser recordado.
Pudo llegar puntual, pero en su mente resonaba un ¿para qué? bien claro. Decían que su futuro no resultaba muy prometedor estudiando esa carrera universitaria, pero ella sólo se limitaba a decir que nadie mejor que uno mismo sabe lo que le sera prometedor en la vida. Una gran fachada, una mera apariencia de que todo iba bien. Pero, sin embargo, no se sentía plena. Sus estudios no la ayudaban a crecer, sino a encerrarse aún más en ella misma. Por eso, ese día, decidió volar.
Era su hora de descanso. Se alejó de todas las personas que en ese momento la rodeaban, y que formalmente eran llamados compañeros, y emprendió su camino en solitario. Su destino se encontraba tan cerca como ella quisiera. Se dirigió hacia el único sitio de su facultad en el que se podía divisar una panorámica de su ciudad, esa que tanto había llegado a amar aun sin ser la suya. Nadie podría escucharla, nadie podría reparar en su ausencia desde allí. Una multitud de recuerdos pasó por su cabeza en aquel lugar, cuya mayoría tendría también lugar en otro lejano noviembre. No pudo evitar llorar, pero tampoco pudo evitar echar a volar. ¿Su destino? Perderse entre esa tierra, la misma que había sido testigo de toda la felicidad y toda las desdichas que a su vida habían llegado.
Por eso, ese día, decidió volar.
Y en su bolsillo, sólo pudieron encontrar una nota escrita y empapada en la lluvia... Sweet november.
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