El poder de las palabras

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Se puede?

Hace mucho que no me pasaba por aquí. Ni siquiera para saludar. Habrá quien se haya olvidado de estas letras, quien haya encontrado otras mejores donde refugiarse. Y es que dicen que cuanto menos tiempo le dedicas a una cosa, menos hábito tienes a ella. Últimamente me sucede eso con escribir. Quizás hace años la solución más fácil ante un problema era enfrentarme a él escribiéndolo, soltándolo entre letras y frases escondidas, por muy paradójico que resulte. Quizás ahora eso ha cambiado; no me refiero a los problemas o dificultades de la vida, puesto que siempre están ahí, y cada año que pasa, a más responsabilidades te enfrentas. Pero esconderme ante mis palabras siempre fue lo más fácil. Escudarme en ellas y aparentar que seguía entera, inquebrantable, que nada me pasaba, que todo eran risas ante mi presencia. Y, por desgracia, hubo largas temporadas en las que en mi interior nada era así.

Fotografía de LJ
Quisiera saber escribir. Escribir de verdad. Que alguien leyese mis palabras y se lograra emocionar con ellas. Saber arrancar un ápice de sentimiento en todo aquel que me lea. En definitiva, transmitir, ya sea para bien o para mal. Me he dado cuenta de ello habiendo aparcado el hábito de escribir. Me he dado cuenta de la fuerza que me une a las palabras, de la pasión que he tenido siempre por ellas y del poder que todos estos años han tenido para mí. Un mundo abstracto donde todo tiene cabida, donde ficción y realidad pueden unirse en un paralelismo en el que imaginar es el principal poder, y transmitir la mayor virtud. Nunca es tarde para darse cuenta de la belleza de lo cotidiano, para descubrir esa inspiración que reside en uno mismo, como todo arte. Como ese lujo que nos proporciona el poder de las palabras.

Una música que nunca debió dejar de sonar

viernes, 5 de julio de 2013

A veces es complicado saber qué se siente. Cuando el tiempo y el acontecer bailan a su antojo, poco más queda por hacer que seguir su compás. Aunque en el camino se queden versos sin su melodía, o una letra sin canción. Aunque nadie más lo haga, aunque te sientas solo, tendrás que dejarte guiar por tu entender. Porque será el que nunca te abandone, el que te dé la razón aunque nada de esta vida acabe por ser racional.

Y, por eso, entiendo que hagas todo eso. Yo, al fin y al cabo, no tengo poder sobre nadie más que en mí misma y, aunque me duela, no tengo derecho a juzgar algo que valoras como justo e importante. Porque ese mismo entender un buen día también me eligió a mí.

Y me arrepentiré de lo que diga, como aquí intento demostrar una vez más. Aunque quiera no volver a tropezar, seguiré estancándome como si el camino llano, nuestro camino, estuviera rodeado por rocas de acantilado.    

Pero ya no quiero. No esta vez. Puse fin a una etapa antigua, de la que nunca debí ser partícipe. Me dejaré llevar por una música que hoy vuelve a sonar aquí, como nunca debió de dejar de sonar. Me sumergeré en un lugar que consideraremos nuestro sólo por el simple hecho de estar juntos. Simple pero, a su vez, imprescindible motivo. Aunque hayan barcos que se hundan, hay amores que son titánicos.


Cuando un sueño se cumple

viernes, 21 de junio de 2013

Cuando un sueño se cumple, pocas palabras escritas quedan a dicha altura.

Cuando uno se va de Graná, se lleva una alegría que parece una tristeza. Porque no sé cuándo te volveré a ver, porque tienes una luz que me agranda la mirada, porque juego con tu magia entre mis dedos. Y porque me hiciste feliz hoy... pero, ¿cuando volveré a Graná?
Alejandro Sanz. 21/06/13

Al que una vez quise

sábado, 30 de marzo de 2013

Querido destinatario, al que una vez quise:

Nunca sabréis el motivo de esta carta. No porque no vaya a contároslo, sino porque ni siquiera me iba a molestar en enviarla. Hace mucho tiempo que dejé de sufrir, y más aún hace del tiempo en el que os empecé a querer. Si lo hice fue porque tenía mucho, mucho que dar.

Pero me lo rechazásteis. Sin motivo aparente. Bueno, tal vez sí, tal vez el motivo era yo. La que siempre estaba ahí, la que daría todo el tiempo del mundo sólo por veros sonreír. La que daría todo, y no sólo el tiempo. Como suele decirse, el amor ciega hasta al más avispado. Nadie se resiste a él. Yo me cegué en una idea, en un espejismo en el que creía que estábais vosotros tras él. Pero en ese reflejo sólo estábamos mi soledad y yo. Así fue cómo poco a poco dejé de creer en ese cuento de hadas al que siempre llamaron amor.

Sin embargo, debo daros las gracias. Sí, paradójicamente, os debo agradecer eternamente que me tratárais así. Pensaréis que no he cambiado, y que me gusta que me abandonen como alguna vez hicieron, pero sin vosotros no hubiera llegado hasta donde hoy estoy. Os escribo desde un lugar maravilloso, desde donde ninguno de vosotros seríais capaces de llegar.

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