Una música que nunca debió dejar de sonar

viernes, 5 de julio de 2013

A veces es complicado saber qué se siente. Cuando el tiempo y el acontecer bailan a su antojo, poco más queda por hacer que seguir su compás. Aunque en el camino se queden versos sin su melodía, o una letra sin canción. Aunque nadie más lo haga, aunque te sientas solo, tendrás que dejarte guiar por tu entender. Porque será el que nunca te abandone, el que te dé la razón aunque nada de esta vida acabe por ser racional.

Y, por eso, entiendo que hagas todo eso. Yo, al fin y al cabo, no tengo poder sobre nadie más que en mí misma y, aunque me duela, no tengo derecho a juzgar algo que valoras como justo e importante. Porque ese mismo entender un buen día también me eligió a mí.

Y me arrepentiré de lo que diga, como aquí intento demostrar una vez más. Aunque quiera no volver a tropezar, seguiré estancándome como si el camino llano, nuestro camino, estuviera rodeado por rocas de acantilado.    

Pero ya no quiero. No esta vez. Puse fin a una etapa antigua, de la que nunca debí ser partícipe. Me dejaré llevar por una música que hoy vuelve a sonar aquí, como nunca debió de dejar de sonar. Me sumergeré en un lugar que consideraremos nuestro sólo por el simple hecho de estar juntos. Simple pero, a su vez, imprescindible motivo. Aunque hayan barcos que se hundan, hay amores que son titánicos.


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