Qué escalofrío me recorre de principio a fin cuando se trata de hablar de esa palabra. Una palabra de la cual todo se podría hablar… pero a la vez todo se quedaría en nada. Y, sin embargo, qué plenitud la que me invade con sólo pensar en ella.
Nunca me ha gustado hablar de algo que no alcanzo a conocer, y mucho menos escribirlo. Pero éste ya no es el caso, porque ya no huyo cuando de amar se trata.
Tal vez haya poco a poco aprendido a amarte. Tal vez desde siempre, pero sin imaginar que algún día podría llegar a merecer la pena.
Y, ahora, ya me ves. Recordándome día a día lo que ahora merece realmente la pena en mi vida. Llevando la cuenta de los besos que me das y siempre en estado de espera por aquellos otros que aún no llegan. Sintiendo otra vez miedo, un miedo profundo pero distinto. Ese mismo que me lleva a hacer cosas de las que siempre me burlé. Ni siquiera sé qué es lo correcto, porque tampoco soy quien querrías que fuera.
Aunque, poco a poco, le voy dando sentido al verbo amar, parándome en todos sus detalles, alegrías y pesares. Porque, pese a todo, supe que te amaba cuando me atreví a mirar hacia adelante, sin más motivo ni razón que el de seguirte. Y atravesando ese camino pude ver que por ti ya no añoro mi pasado, ni todo lo que con él perdí y anhelé.
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