domingo, 19 de abril de 2009


Allí estaba él. Se hallaba tranquilamente sentado junto a la barra, en aquella apartada esquina, el sitio en el que siempre se había sentado y donde yo le había observado desayunar en tantas ocasiones. Seguía siendo el mismo. Como tantas otras veces, bebía y saboreaba lentamente su café solo, mientras hojeaba el periódico. Pero esta vez, era distinta. Había vuelto. Habían pasado ya dos años desde aquella fría y fingida despedida, y era, por así decirlo, nuestro reencuentro. Yo me encontraba petrificada, sentada junto a una mesa desayunando como cada mañana. Temblaba mi mano a la vez que sostenía a duras penas la taza de mi café, mientras mi memoria empezaba a recordar nuestra historia, esa que nunca tuvo lugar.

Unos segundos después, sentí un escalofrío. Me di cuenta de que se marchaba. Pidió la cuenta y se dio la vuelta para irse. En ese momento, el tiempo se paralizó en aquella cafetería. Conectaron nuestras miradas, y yo me perdí en el laberinto de sus ojos, aquellos en los que tantas veces me había perdido. En esta ocasión el escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Aquella antigua cafetería era la que nos vio crecer y la que, a la vez, separó nuestros caminos un día gris de primavera, en el que me obligué a aceptar que aquello era lo mejor. Su vida estaría así resuelta; en cambio yo… Cerré los ojos esperando ver su sonrisa, pero entristecí al ver su lugar vacío. Él ya no estaba. ¿Se habría marchado sin decir nada?

Me levanté hacia la barra para preguntar por él a la dueña de la cafetería, que era una antigua conocida. Al no saber de quién le estaba hablando, mi rostro empalideció. Bajé la mirada y miré el periódico, aquel que él leía, abierto por la página de esquelas. Enmudecí. Allí estaba él.



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Para que se note que hay noches en las que me invade la inspiración XD

Bueno, vaya unas semanas tan moviditas que estoy viviendo... si apenas toco el fotolog, esto ya no es lo que era...

Ahora empieza definitivamente nuestra cuenta atrás. En cierta forma, de igual modo para unos que para otros. Y ya está muy cerca lo mejor. Y en parte, lo peor. Hay muchas cosas que van a cambiar o que, simplemente, se van a ir de mi vida. Para eso no tengo ningún remedio, y aunque lo usara, sería peor que la enfermedad.

Se me hace muy difícil simplemente el día a día sabiendo lo que sé, añadiendo a eso lo que yo siento, cada vez más.

Y lo peor vino el lunes al llegar a casa. Quién sabe si serían los demás o si yo tenía la emoción a flor de piel, el caso es que no pude más y exploté. Y yo que me creí la fama de ser fuerte y a la más mínima me derrumbo. Simplemente se me vino el mundo encima el pensar que tendría que acostumbrarme a días parecidos a los de la pasada Semana Santa.

Soy estúpida.

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