El peor momento de los viernes

viernes, 24 de octubre de 2008

Me pinté los ojos de negro, a conciencia, para no dejar escapar ni una sola lágrima.

Los enjaulé por su seguridad, los forré de acero, e hice que juraran mantener el silencio.

Un velo negro de pestañas los ayudaría a callar. No podían hablar, no. Porque siempre revelan lo que los labios se guardan, son demasiado débiles para aparentar.

Para que las palabras hiriesen, la boca eligió un rojo sangre.

No iba a dejarse reabrir viejas heridas, diría todo lo que tenía que decir.

Labios rojos, tensos, fruncidos.Mandíbulas apretadas, duras, enfadadas.

El pelo atrás, la cara descubierta, sin nada que ocultar. Nada que esconder, mucho que decir, ¿cuánto por perder? Enfundada en negro noche, de negación, de tristeza.

Sin prisa, nadie espera.





Y manos temblorosas de uñas pintadas, el corazón debatiéndose entre romperse o asfixiarse, la cabeza llorando mares; y mis diecisiete atragantándose una y otra vez con las mismas espinas.













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Otro día más que pasa, otro día más de estrés, de momentos sin sentido, de risas, de gritos, de miradas furtivas, de llantos insonoros, de sentimientos escondidos, de vacío... Porque hoy es viernes, el cuál dedico siempre para reflexionar y evadirme un poco de la semana.

Ojala fuera todo distinto, pero hay cosas que nunca cambiarán.

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