Sentado en la silla giratoria frente al escritorio, con un álbum
de fotos en tu regazo, contemplas el rostro de un recién nacido. Una burbuja
infantil. Sus ojos redondos te devuelven la mirada, su expresión de
desconcierto y franca curiosidad hacen que sientas una especie de hueco en las
entrañas. Sabes que ese bebé eres tú, pero tan solo sabes de
ti lo que otros te han contado. El hecho de que tengáis algo en común te parece
tan increíble como las arrugas de tu frente que hoy te hacen pensar.
Con la más tenue de las sonrisas en los labios, recuerdas aquellos
días en que salir del colegio y ver que tu madre te está esperando, caminar sin
rumbo o esas meriendas en casa de tu abuela eran las cosas que realmente te
hacían feliz. Pasarán los años, pensarán que te aburres o que estás cansado de
estar aquí. Y no deben pensar que estás mal, porque mañana no lo estarás. Pero
te vencerá el pudor.
Giras en la silla frente al escritorio, abres los ojos mirando aún
ese álbum de fotos, te encuentras buscando en tu memoria el momento en que
cambiaste los zumos por cerveza. Imaginas las esperanzas que auguraron en ti en
ese instante. Tú, que serás inteligente, que podrás hacer muchas cosas:
revolucionarás el sistema, tratarás de mejorar la educación, promover y promorder la cultura. Te quedarás con lo
importante, aquello que llaman lo inútil. Y solo son ideas, pero serán tus
ideas. De las mismas de las que te acabarás enamorando. Y seguirán en esa
burbuja por la que pasa un año más.
Y hoy, parece como si la imagen de ese álbum te confesara: hoy es
el día que te volví a conocer. Una casualidad como todas las
causalidades.
Aunque pierdas las ganas y la fe en la humanidad, de ti aprendo
todo aquello que en el mundo no puede conocerse. Una verdad sin apellidos. Esa
paz preludio a la guerra que pone nerviosos a los valientes, que convierte en heroicos
a los cobardes.
Lucha,
descubre, critica, cuestiona. Quédate en los detalles. Quédate con quien te los
muestre. Decepciónate. Y en un día como hoy, sentado
en esa silla giratoria frente al escritorio, no aprendas a cumplir más
años que promesas.
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