El tiempo se adueñó de mi ser, quemando la ansiedad de su devenir. Ahora resulta inútil pensar cómo sería mi vida si no me hubiese marchado de ti. Quizás hubiera sido totalmente distinta a tu lado. Y no me refiero a mi vida, me refiero a mí. ¿Siendo feliz? Un mero espejismo. Imaginé cómo sería cogerte de la mano por cada rincón que pisáramos. Soñé besarte tantas veces al día como tú hiciste esa noche. Intenté tocar cada palabra que me dedicabas en un falso recuerdo. Porque nadie tuvo la culpa de que no tuviéramos los mismos sueños... ni de que tú ni siquiera los tuvieras. Intenté refugiarme en cualquier hombro amigo, pero me limité a despreciar cada gesto en vano. Inexplicablemente, te seguía buscando en todos los rostros que encontraba. De nada funcionó olvidar antiguos puñales de alguien que te creyó mejor que yo.
Paradojas extrañas serán las que te hagan pensar que fuiste tú el que salió ganando. Pero yo me siento ganadora desde hace mucho. Muchísimo. Incluso me atrevería a decir que no cambiaría nada de lo que ahora tengo, porque esta ha sido la recompensa por tratar con indeseables como vosotros. Te descubrí, os descubrí por segunda vez. Y esta vez no seré yo la que se hunda, el mar ya será el encargado de hundir vuestros barcos. Porque no vale la pena, y tú tampoco.
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