Ángel y demonio

lunes, 20 de febrero de 2012

Desconozco si le vi primero o si él me encontró a mí. Me aferré a esa mano que un demonio me tendió, prometiendo olvidar su naturaleza mientras estuviera a su lado. Pero olvidé que hay seres que nacen y mueren manteniendo su esencia, sin cambiar un ápice. 
Porque hay quien nunca cambia, y con eso lo transforma todo.

-Ni el viento podrá separarnos. Él nos ayudará a volar unidos. Siempre.

Los dos temblaron al pensarlo, aunque no por igual. Uno por esa emoción contenida, el otro por sostener una incomprensible mentira.

Lo mismo ocurrió con un ángel. Entre las sombras se ocultaba, pero su propio brillo le hacía ser fuerte, inquebrantable. Y sólo sé que desde aquel lugar pidió un deseo para esta humilde mortal.

Y, en ese instante, bajo su tierna mirada, logré crecer.



Ideario

sábado, 18 de febrero de 2012

Me da vértigo el punto muerto 
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.

Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.

Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.

Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.

Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.

Me entristecen quienes me venden kleenex
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.

Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.

Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran a sus ideales 

sobre los de cualquiera.

Me cansa tanto tráfico
y tanto sin sentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira. 





Ideario, de Francisco Ortega Palomares 


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