En momentos como este es cuando me doy cuenta de qué giro estoy dándole a mi vida. Y lo peor es que no sé qué más hacer para darle un sentido.
Todo es pura apariencia. Me siento sola en medio de la multitud, y no es por reproche, sino que siento que no sé quién podría ayudarme, alguien con quien compartir vivencias o a quien le importaran al menos las mías.
Porque últimamente sólo vivo desengaños, no sé si lo mejor es no confiar en la gente. Para qué, si al fin y al cabo se aprovecharan de mí, conseguirán lo que quieren o me dejarán tirada cuando más lo necesite. Es duro, pero me he cansado de sufrir. Porque cuando mejor me van las cosas, poco tarda en ponerse todo del revés.
Cada vez me resulta más difícil encontrar a alguien que se preocupe por mi sin ocultar crueles intenciones, que simplemente le importe. He descubierto que sintiéndome querida ha sido la sensación más cercana que he tenido de la felicidad. Pero para qué, si luego todo se esfuma y lo que queda es darle vueltas a mi cabeza.
No sé qué hacer ni con quién desahogarme, por mucho que quiera animarme hoy todo me sale mal. Para qué quiero intentarlo, luego el palo es peor. Para qué engañarme diciendo que no voy a caer si luego me estampo contra el suelo, literalmente.
Ojala no fuera tan sensible, ni me afectara tanto lo que ocurre a mi alrededor. Así no me implicaría tanto con la gente… así no sufriría.
Preocuparme por alguien que no lo hace por mí, restregármelo por la cara y la pringada de siempre que siempre pierde. Rabia contenida, eso es lo que tengo. Y cuando creía que había llegado alguien de verdad, no es ‘mío’. Ni sé qué pensar ni sé con quién desahogarme, pero cada día que pasa me siento peor, más sola.
18 fue el mejor año de mi vida. Ahora vienen 19, aunque no sé ni cómo han entrado.
No quiero querer, no quiero enamorarme, no quiero nada. Porque nadie lo haría por mí.
Este es el fin de una etapa, pero es un final... feliz?
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