Ya ha pasado un mes. Parece que fuera ayer ese último concierto, o cuando nos despedimos para no saber cuando nos volveríamos a ver, o cuando visité aquel lugar, o cuando tomé el último café, o cuando vi al alguien llorar más de una vez, o cuando... esto ya se va animando.
Lo cierto es que hay cosas que han cambiado. Aquí todo lo que ocurra se magnifica, incluso ya nos hemos armado como una pequeña familia. Y es que aquí semanas parecen meses, y un mes resultan al menos tres... y así. Tanto que no sabría explicar cómo me siento desde hace unas dos semanas hasta acá. Más que nada porque hacía meses que no me pasaba el sentirme tan... rara. Hay momentos en los que estoy por los suelos y de pronto el corazón parece que me va a explotar.
No estoy enamorada, aunque tampoco sepa realmente lo que es. Solamente tengo miedo a pasarlo mal, a caer en la misma piedra otra vez.
Y aunque al parecer hay menos trabas, siempre las acaba habiendo...
Secundariamente, yo en sí. No tengo ese imán o factor x para atraer a gente más allá del ámbito amistoso.
Casi dos décadas lo demuestran.
Es pronto aún para sacar conclusiones, pero es fácil teniendo en cuenta de que hasta ahora siempre ha sido la misma.
Si nos ponemos positivos, me estoy sintiendo aceptada en un grupo numerosísimo, algo que espero que dure algo más que meses mal contados.
Pero siempre hay una de cal y otra de arena. El ambiente universitario es fresco y dinámico, a diferencia de muchas de sus clases...
¡Cuántas veces he gritado en silencio en mitad de una clase pidiéndo que te manifestaras o que abrieras esa pesada y enorme puerta...!
Y nada, la puerta permanece inmóvil y sólo era mi cabeza la que desconectaba para despertar de su aburrimiento...
Echo de menos tantas cosas que están lejos y otras que están ahí enfrente...