Suelo tener textos abandonados en notas del móvil sobre emociones vividas o estados de ánimo recurrentes. Pero no ha sido hasta leer este fragmento, que ha llegado a mí por alguien a quien también tengo mucho que agradecer, cuando me he animado a continuar escribiendo. Incluso a dejar a un lado la vergüenza por compartirlo.
«Tenemos por maestro a quien ha remediado nuestra ignorancia con su saber, a quien ha formado nuestro gusto o despertado nuestro juicio, a quien nos ha introducido en nuestra propia vida intelectual, a quien –en suma– debemos todo, parte o algo de nuestra formación y de nuestra información; a quien ha sido mayor que nosotros y ha hecho de su superioridad ejemplaridad; a alguien de quien nos hemos nutrido y sin cuyo alimento u operación no seríamos quien somos. Alguien, en fin, cuya obra somos en alguna medida»
(Dionisio Ridruejo)
Junio 2009 |
No era consciente de lo que te echaba de menos hasta que no te he tenido enfrente. El sitio no ha cambiado, pero sí ha pasado el tiempo tan rápido como los años que viví aquí. Ya no sois los mismos, hay quienes incluso ya no están. Y de eso no eres consciente cuando te vas. Hasta que piensas «quizás me hubiera despedido de esta forma», «hubiera hablado más aquel día», «te hubiera querido distinto». Quizás para evitar el daño, para afrontar los cambios de una forma más llevadera. Porque «digo siempre adiós, y me quedo».
Pero todo sucedió así y no puedo hacer más que sonreír recordando aquellos años de instituto. Porque hoy me invade una inmensa alegría al volver. No parece que hayan pasado diez años, que vuelva a veros desde una misma posición, desde una perspectiva distinta. Y aunque no seamos las mismas, nuestras palabras permanecen. Como un paréntesis que se abrió y hoy volviera a cerrarse, sin que el resto de lo que sentimos hubiese cambiado. Y poder recordar cada una de aquellas anécdotas. El olor a nuevo cada septiembre. Los nervios hasta que decían tu nombre al entregar la nota de un examen, como pollos sin cabeza. Llorar y reír como si la vida nos fuera en ello. Selectividad. Las conversaciones tan largas y los recreos tan cortos. Los secretos que conservan aquellas paredes y aquellas escaleras. Las dedicatorias a escondidas. Las aulas prefabricadas y la lluvia que sonaba atronadora. Ver salir el sol desde la misma colina. La ilusión de estrenar un nuevo edificio a las puertas del final. Hacer excursiones a la cafetería o al parking. Enviarnos christmas al buzón. Repartirnos claveles y rosas cuando llegaba febrero. El amigo invisible y el primer amor, también imposible. Amores que parecían eternos y amistades que lograron serlo. Los primeros microrrelatos, los primeros balances, las primeras matrices y los primeros desengaños. El test de Cooper a primera hora y los comentarios de texto a última. Descartes y Le petit Nicolas. «Hora libre» y «Equis de». Subir las escaleras a las 8:31 cada jueves. Aquel día que me quemé bajo el sol esperando a que salieras de clase. Aquel móvil robado. Las fiestas en las que solo importaba sentirnos más cerca. Días de la paz, de Andalucía o de fin de curso. Subir todas las fotografías posibles a Tuenti y a Fotolog. Coger hoy de nuevo mi cámara y veros reflejados en nuevas imágenes. Toda una suerte. Y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga...
Hubo tantas veces que creí desistir o que lloré pensando que no lo conseguiría. Que no sería capaz de mostraros lo que decíais ver en mí. Momentos en que la universidad parecía tan lejana. Y hoy vuelvo a reencontraros, vuelvo a casa, saliendo de ella. Las cosas. O sea, la vida. «Safi baraka».
Y hoy los recuerdos se amontonan fugazmente en mi cabeza. Tantos rostros conocidos, de amigos/as y compañeros/as, de profesores/as que me han aportado tanto que sus enseñanzas y valores aún vuelan conmigo. Ese profesor y esa profesora que han sido tu gran maestro y tu gran maestra en la vida. Personas que hoy añoro y otras tantas que he conocido después, que hoy estimo y en las que he encontrado los valores que descubrí en vosotros. Hoy es el momento de agradeceros vuestra confianza, a los de antes y a los de ahora, por haberme permitido crecer y abrir el camino que estoy construyendo. Es el momento de poder hablaros hoy como la persona que soy ahora.
«Porque un día encontraré las palabras adecuadas, y serán simples»