Nota a pie

martes, 17 de diciembre de 2019

Todo da una de cal y otra de arena.
Todas las caras tienen su cara y su cruz.
Todos somos un pájaro que vuela,

a la vez hacia el norte y hacia el sur.

Todo lo que se vuelve a contar ya es otra historia.
Todo lo que se rompe inventa a su enemigo.
Y la misma canción, al cambiar de persona,
no dice lo de siempre 
cuando dice lo mismo.

Hay días en los que no hay más silencio que el hastío de las voces que me rodean. En los que pienso en la medida particular de lo que nos une. En cómo disentir sin acabar con quien tenemos delante. Cuando aparece la discusión por bandera, el debate excluyente. Cuando se desprecia la posibilidad. Sí. No. La crítica sin mensaje, o el mensaje sin crítica. Siento desasosiego, siento esta involución que no deja de avanzar. Mientras las dudas giran en mi cabeza, como si fueran dados. Y cuanto más del revés me siento, parece que más empiezo a entender. A simplemente entender los límites que nos separan de lo que nos pasa. De no ser conscientes de cuánta distancia puede caber entre nosotros.


De agradecimientos y reencuentros

viernes, 15 de noviembre de 2019

Suelo tener textos abandonados en notas del móvil sobre emociones vividas o estados de ánimo recurrentes. Pero no ha sido hasta leer este fragmento, que ha llegado a mí por alguien a quien también tengo mucho que agradecer, cuando me he animado a continuar escribiendo. Incluso a dejar a un lado la vergüenza por compartirlo.

«Tenemos por maestro a quien ha remediado nuestra ignorancia con su saber, a quien ha formado nuestro gusto o despertado nuestro juicio, a quien nos ha introducido en nuestra propia vida intelectual, a quien –en suma– debemos todo, parte o algo de nuestra formación y de nuestra información; a quien ha sido mayor que nosotros y ha hecho de su superioridad ejemplaridad; a alguien de quien nos hemos nutrido y sin cuyo alimento u operación no seríamos quien somos. Alguien, en fin, cuya obra somos en alguna medida»
(Dionisio Ridruejo)

Junio 2009

No era consciente de lo que te echaba de menos hasta que no te he tenido enfrente. El sitio no ha cambiado, pero sí ha pasado el tiempo tan rápido como los años que viví aquí. Ya no sois los mismos, hay quienes incluso ya no están. Y de eso no eres consciente cuando te vas. Hasta que piensas «quizás me hubiera despedido de esta forma», «hubiera hablado más aquel día», «te hubiera querido distinto». Quizás para evitar el daño, para afrontar los cambios de una forma más llevadera. Porque «digo siempre adiós, y me quedo».

Pero todo sucedió así y no puedo hacer más que sonreír recordando aquellos años de instituto. Porque hoy me invade una inmensa alegría al volver. No parece que hayan pasado diez años, que vuelva a veros desde una misma posición, desde una perspectiva distinta. Y aunque no seamos las mismas, nuestras palabras permanecen. Como un paréntesis que se abrió y hoy volviera a cerrarse, sin que el resto de lo que sentimos hubiese cambiado. Y poder recordar cada una de aquellas anécdotas. El olor a nuevo cada septiembre. Los nervios hasta que decían tu nombre al entregar la nota de un examen, como pollos sin cabeza. Llorar y reír como si la vida nos fuera en ello. Selectividad. Las conversaciones tan largas y los recreos tan cortos. Los secretos que conservan aquellas paredes y aquellas escaleras. Las dedicatorias a escondidas. Las aulas prefabricadas y la lluvia que sonaba atronadora. Ver salir el sol desde la misma colina. La ilusión de estrenar un nuevo edificio a las puertas del final. Hacer excursiones a la cafetería o al parking. Enviarnos christmas al buzón. Repartirnos claveles y rosas cuando llegaba febrero. El amigo invisible y el primer amor, también imposible. Amores que parecían eternos y amistades que lograron serlo. Los primeros microrrelatos, los primeros balances, las primeras matrices y los primeros desengaños. El test de Cooper a primera hora y los comentarios de texto a última. Descartes y Le petit Nicolas. «Hora libre» y «Equis de». Subir las escaleras a las 8:31 cada jueves. Aquel día que me quemé bajo el sol esperando a que salieras de clase. Aquel móvil robado. Las fiestas en las que solo importaba sentirnos más cerca. Días de la paz, de Andalucía o de fin de curso. Subir todas las fotografías posibles a Tuenti y a Fotolog. Coger hoy de nuevo mi cámara y veros reflejados en nuevas imágenes. Toda una suerte. Y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga...

Hubo tantas veces que creí desistir o que lloré pensando que no lo conseguiría. Que no sería capaz de mostraros lo que decíais ver en mí. Momentos en que la universidad parecía tan lejana. Y hoy vuelvo a reencontraros, vuelvo a casa, saliendo de ella. Las cosas. O sea, la vida. «Safi baraka».

Y hoy los recuerdos se amontonan fugazmente en mi cabeza. Tantos rostros conocidos, de amigos/as y compañeros/as, de profesores/as que me han aportado tanto que sus enseñanzas y valores aún vuelan conmigo. Ese profesor y esa profesora que han sido tu gran maestro y tu gran maestra en la vida. Personas que hoy añoro y otras tantas que he conocido después, que hoy estimo y en las que he encontrado los valores que descubrí en vosotros. Hoy es el momento de agradeceros vuestra confianza, a los de antes y a los de ahora, por haberme permitido crecer y abrir el camino que estoy construyendo. Es el momento de poder hablaros hoy como la persona que soy ahora.

«Porque un día encontraré las palabras adecuadas, y serán simples» 

Noviembre 2019

Sin bandera

domingo, 3 de febrero de 2019


Me dedicaste el espacio
y fracasaste en tu cordura
sabiendo nada más que vivir
siempre es estar a solas con la muerte,
con las palabras que abandonamos.
Te gustará estar en su piel,
será la última vez que quieras jugar.
¿Dónde uno se encuentra bien?
¿Cómo es el corazón de los hombres?
Una paz liberada
entre rincones violentos.
Aún tengo tantas dudas
que las tuyas me buscan.
Era tan fácil,
que lo supimos muy tarde.
La duda de que el presente sea improbable
como esta extraña patria que me acompaña,
en una luz que me oprime.
Tú que rompes por mí,
no hace falta tanto esfuerzo.
Estás hoy tan lejos de aquí,
que a veces pienso que nunca te encontré.
Extraña tierra ya perdida,
¿crees en ti?
Entre tantas esquinas,
sin dobles sentidos
que nadie te comprende.
Acomodada, sabida de memoria.
Con más muerte que historia.
Tan semejante a la vida.
Tan absurdo,
tan afortunado,
que no deja de doler.

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