Eres consciente de que cierras una etapa cuando no sabes qué decir. Cuando te das cuentas de que no quedan más peldaños por superar. Cuando el corazón te empuja intensamente a expresar todo lo que apenas ya da tiempo a decir.
Y es que hay días buenos al igual que malos. Qué te voy a decir, si yo acabo de llegar. Pero hoy ha sido un día para sentir. Porque comunicar es expresar, es hacer sentir. Y no eres consciente de lo que sientes hasta que no sabes qué decir.
Hoy estuve allí. De vuelta a ese lugar, al que ya siento como mi lugar. Y no hay nada más reconfortante que dar lo que has recibido, que profesar admiración envuelta de un profundo cariño. Momentos, recuerdos y despedidas que a veces se resumen en un emotivo hasta luego. No me gusta decir adiós, pero soy una sentimental que siempre echa de menos. Gracias por la confianza, por crear implícitamente una motivación que creía perdida. Siento esas ganas renovadas de seguir cumpliendo metas, de superarme a mí misma, y todo gracias a conocer a personas como tú en este largo camino que es la vida.
Y es que hay días buenos al igual que malos. Qué te voy a decir, si yo acabo de llegar. Pero hoy ha sido un día para sentir. Porque comunicar es expresar, es hacer sentir. Y no eres consciente de lo que sientes hasta que no sabes qué decir.
Hace seis años y parece que fuera ayer cuando llegaste, repleta de ilusiones inciertas, a la par que insegura. Porque hay cosas que no cambian frente a otras que sí. Como aquellos años en los que nadie reparaba en ti. Cuando eras solamente un número al que calificaban cada cuatro meses. Pero seguiste, confiaste, lo alcanzaste. Esa lucha incesante por encontrar un lugar. Tu lugar.
Hubo tantas montañas rusas en las que subir. Esa adolescencia tardía que aun respiras, cuando recuerdas confundir amor con compañía. «Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad». Ratos que te daban la vida, mientras otros te la quitaban. A veces lo diste todo. Con los brazos abiertos y los ojos cerrados. Tuviste que abrirlos para ver quién estuvo ahí, recogiéndote tras cada caída. Y eso ya no sólo fue compañía.
Hoy estuve allí. De vuelta a ese lugar, al que ya siento como mi lugar. Y no hay nada más reconfortante que dar lo que has recibido, que profesar admiración envuelta de un profundo cariño. Momentos, recuerdos y despedidas que a veces se resumen en un emotivo hasta luego. No me gusta decir adiós, pero soy una sentimental que siempre echa de menos. Gracias por la confianza, por crear implícitamente una motivación que creía perdida. Siento esas ganas renovadas de seguir cumpliendo metas, de superarme a mí misma, y todo gracias a conocer a personas como tú en este largo camino que es la vida.
Y es que hace un año no sabía muy bien qué me iba a deparar la aventura que pretendía comenzar. Hace un año tuve miedo por no saber qué hacer con mi vida, por no encontrar nada que me llenase. O por no encontrar nada, simplemente. Pero un año después puedo decir que he emprendido un camino que me está haciendo feliz y en el que estoy dando lo mejor de mí. Paso a paso, sin prisa pero sin pausa.
Gracias a los que me apoyan día a día, a las personas que he encontrado en esta nueva etapa y a aquellas con las que quiero seguir hasta el final. Porque pocas personas son para toda la vida, pero cuando las encuentras, algo te dice que es así. Me quedo con lo bueno de un curso para afrontar el siguiente con más ganas.
Dejar el alma en cada despedida, para así tener un motivo más para volver.