Un cuento sobre el agua

lunes, 10 de marzo de 2008

"Habitaban en una lejana y perdida isla todos los sentimientos. Vivían, en la perfecta armonía que sólo allí era posible, la Bondad y la Maldad, la Desdicha, la Soberbia, la Humildad, la Alegría, la Belleza y la Fealdad, el Odio, el Deseo, el Amor...
Un día en que todos andaban revueltos y traviesos jugando y complementándose como era costumbre en ellos, tuvo la Diversión una feliz idea:
-¿Por qué no jugamos al escondite?- Gritó entusiasmada.
-¡Sí, sí, vamos!- Respodieron todos al unísono.
La Locura, tan loca ella, corría de un lado para otro, cantando, chillando y jaleando:
-¡Bien, bien! ¡Yo me quedo, yo cuento! ¡Todo el mundo a esconderse!
Apoyó sus brazos doblados contra un árbol, aplastó la cara contra elos para no ver nada de nada y comenzó a contar... A su manera, claro:
-Mil cinco, mil seis, treinta, dieciocho, nueve, quince, dos millones trescientos, ciento veintinueve mil quinientos ocho, dos...
Todos los sentimientos corrieron a esconderse y fueron encontrando lugares en los que la Locura tendría sus dificultades para encontrarlos, o al menos eso pensaban ellos... Pero el Amor, siempre en las nubes, no sabía dónde meterse. Corría de un lado a otro, indeciso y desnortado sin encontrar un sitio que lo convenciera. Dio una vuelta al mundo, otra más, y cuando iba a iniciar la tercera, se dio cuenta de que allí, muy cerca del árbol desde el que contaba la Locura, había un precioso rosal. "¡Qué bonito!, ¿Habrá mejor lugar para mí...?" Pensó feliz y, apartando las ramas cuidadosamente, se ocultó dentro.
-Mil treinta y ocho, siete y a la de seis, ¡Ya! ¡Que voooy!
Los sentimientos no podían aguantar la risa por la tensión de ser descubiertos; agazapados tras los setos o encima de los árboles, se tapaban la boca con las dos manos para no ser escuchados y sorprendidos. Hasta a la Desdicha le costaba mantener su semblante lloroso y compungido.
Caminó la Locura de un lado a otro y rápidamente fue dando con todos y cada uno de ellos. Los sacaba de las orejas, los descolgab tirándoles delos tobillos o los llevaba a empujones hasta el árbol. Reía y reía loca de contenta y cuando ya creyó haber reunido a todos, los contó y se dio cuenta de que faltaba uno.
-Falta el Amor, so loca; a él no has podido encontrarlo.- Comentó divertida la Sabiduría.
Inició entonces la Locura de nuevo su búsqueda. Dio una vuelta al mundo, otra más y, antes de empezar la tercera, vio el rosal. Pensó que no existiríaen el mundo un lugar tan adecuado como éste para servir al Amor. Se acercó sigilosamente, pero al llegar, comenzó a agitar las ramas de manera de manera nerviosa, muy fuerte, como loca, y gritaba y cantaba entre risas:
-¡Ya te tengo, ya te tengo, ya te teeennngoo!
Estaba tan, tan loca, que no oyó los terribles gritos de dolor que salíande dentro del rosal. Cogió al Amor por los hombros y tiró de él hasta sacarlo...
Cuando lo tuvo ante sí, la Locura, que aunque loca es buena, comenzó a llorar desconsoladamente. Dos espinas del rosal se habían clavado en los ojos del Amor que ahora no paraban de sangrar.
-¡No puedo ver, no puedo ver!- Gritaba desconsolado.
La Locura, loca en su desesperación, tuvo por fin una idea para remediar el mal causado:
-No te preocupes, Amor, yo seré tus ojos, tu guía, tu lazarillo. Estaré donde tú estés e iré donde tú vayas."




Desde entonces, el Amor, que es ciego, siempre se ha dejado llevar por la Locura...

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